La sindicalización se extendió rápidamente a los
gremios industriales primero y a los empleados del Estado después, alcanzando
su máximo hacia 1950. Se sancionó la ley de Asociaciones Profesionales, que
aseguraba la existencia de grandes y poderosas organizaciones con fuerza para
negociar de igual a igual con representantes patronales pero además dependía de
la “personería gremial” otorgada por del Estado.
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